Metafísica I

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Se preguntó,por quinta vez,quién era aquella chica al otro lado de la orilla.
Era indescriptible. Bella como el amor de una persona recién enamorada; tanto como las inexistentes y perfectas princesas de cuento; tanto como cuando sientes un invierno al amanecer,el sol que calienta cada poro de tu piel proporcionándote una pequeña cantidad de calor produciéndote bienestar; linda como las rosas al florecer en un campo de tulipanes; belleza insuperable.

Nunca había visto a nadie así. Con esa belleza, con esa locura en sus mejillas,con esa alma predecible.

Su pelo era rojizo. Casi tan rojizo como la sangre. Cada cabello caía por su pálida piel de modo que parecían pinceladas de un pintor descuidado. Mejillas pálidas.
Ojos dorados. ¿Quién tenía ojos dorados por aquel pueblo?. Nadie, excepto ella. Sus ojos reflejaban el alma de pequeños niños jugando en la playa y ellos enseñaban el brillo del sol de aquel verano de cualquier año perdido en la memoria.

¿Cómo se llamará?;¿Qué nombre extraño,atípico habrá detrás de ella?.

La miró de nuevo. Ella,le miró,atrincherada por los ojos de él; se mordió el labio con cuidado de no dañarse.

Él,nervioso,se levantó y se fue corriendo cual cobarde. Al rato,cuando estaba alejado de allí y constató que estaba solo,pensó en aquel momento en el que sus miradas se cruzaron. Lo repitió miles de veces en su cabeza,como un disco antiguo,rallado por las continuas reproducciones.

Nombre: Aeryn
Significado: Hija de Eire.
Origen: Irlanda.



Falsas apariencias

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Me has mirado en la distancia, donde las agujas del reloj por fin se toman vacaciones y van a la hora que les apetece.
Te he mirado y ni siquiera me he dado cuenta. Mis ojos no se han encontrado ni con tus ojos ni contigo. Un simple recuerdo alegórico de una mirada. Una imagen clavada en la retina del recuerdo que no representa nada. Es demasiado ficticia para ser significativa. Un símil de tu imagen tan real que casi puedo tocarte con mis manos incorpóreas de brisa marina.
He creído escuchar tu voz camuflada en el murmullo de las olas, en el punto donde el mar se convierte en arena removida. He decidido sucumbir de nuevo al recuerdo, que me tentaba sin tregua conocida. Siempre tratando de escapar de la mirada que hoy me ha asaltado de repente...

Arcoiris en blanco y negro.

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Le gustaba salir los días lluviosos,sentir el agua en su fina piel; cada gota que resbalaba,hacía palpitar más acelerado su corazón; su tórax sentía ese bombeo desmesurado de sangre que intercambiaba su interior aceleradamente. Dos,tres,cuatro gotas más. Las botas iban mojadas, tan llenas de barro que hacían confundir a cualquier persona del color verdadero de tales.

El suelo estaba cada vez más húmedo,con numerosos charcos a doquier. Le encantaba pisarlos con rebeldía, salpicándole el barro y agua por todas partes.
Le caía más lluvia por sus hombros desnudos,débiles. Notaba como la piel se erizaba al entrar en contacto con aquella zona.

El pelo lo tenía tan mojado,que parecía ser la propia lluvia en sí. Se notaba cada vez más su pelo dividido,apelmazado por el agua.
Miró al cielo. Cerró los ojos y notó como le volvían a caer grandes gotas en los párpados,ya húmedos. Sonrió. Era una de las pocas sensaciones que le hacían reír. Era feliz.

Abrió los ojos con gran alivio y vió,a lo lejos, un pequeño rayo de sol que iluminaba,como cual madre acuna a su hijo, un arcoiris gris. Le encantaban ese tipo de arcoiris.
Se tumbó en la hierba con el rocío espolvoreado,cerró los ojos y volvió a sonreír.

Vida Cotidiana I: ¿Por qué los hombres nunca encuentran nada?

Paco: Cariño, ¿dónde están los calcetines?.
María: ¿Qué calcetines?.
P: Los últimos que me compré.
M: ¿Los negros o los grises?
P: No, no, los negros.
M: Pues en tu primer cajón, como siempre.
P: Es que he mirado y no los he visto.
M: Pues estaban ahí.
P: Bueno, pues he mirado y no los he visto.
M: Pero, ¿has mirado bien?.
P: Qué sí, he mirado bien.
M: Pues vuelve a mirar poruqe estaban ahí.
P: Voy a mirar en tu cajón por si los hubieras puesto ahí sin darte cuenta.
M: En mi cajón no están.
P: ¿Seguro?.
M: Joder, y tan seguro. Recuerdo perfectamente que están en el tuyo.

(2 minutos después...)

P: Joder, aquí tampoco están.
M: ¿Ves? Te he dicho que estaban en el tuyo.
P: ¡JODER! Que en el mío NO ES-TÁN.
M: Espera, que voy yo.

Los últimos calcetines que se compró, los negros, están en la esquina del fondo de la derecha de su primer cajón.

M: ¿VES? Te dije que estaban en TU cajón.
P: Pues yo no los había visto.
M: Cariño, tú no los habrías encontrado aunque un monstruo de color verde bailando la macarena te los hubiera dado al abrir el cajón.


Conclusión: Los hombres nunca encuentran nada, simplemente, porque no lo buscan.

Mutismo casi absoluto

No sé qué más decirte. Creo que con todas estas páginas ya ha quedado todo bastante claro. ¿Acaso aún conservas algún atisbo de duda?. Por eso esta página es una ración de mutismo casi absoluto. no te voy a decir que fue maravilloso; ni te voy a pedir de nuevo un porqué; ni tan siquiera voy a tratar de organizar mis pensamientos. No te pienso hablar de nada de lo que ya estés harto de oír.
Simplemente quiero que conversemos sobre cualquier cosa, como dos extraños en medio de la nada que tienen la suerte de encontrarse para hablar de las cosas más triviales. Quince minutos máximo. Después llévame a casa, dedícame una sonrisa (o un millón), dame un beso en la mejilla y dime "hasta mañana" o "hasta pronto". Y yo me iré a dormir tranquila pensando que tengo un amigo al que no le agobia escucharme, y me sentiré dichosa con mi pequeño gran tesoro.
Hoy no te pensaba decir nada pero ya te lo he dicho todo...

Querido primer novio

Hace un momento, casi sin querer (como se hacen las cosas importantes de esta vida) he rescatado del olvido tu última carta. Me ha costado abrir el sobre y apenas he podido reconocer tu letra impresa para siempre en un folio rancio, amarillo de puro olvido. Aquella misma en la que con un "hasta siempre" y "un beso" te borrabas para siempre de mis días.
Fue como si hubieras muerto, me obligué a pensar así, consciente de que nunca jamás, por muchos años que viviera, volvería a verte.
Hoy a tan sólo unos días de tu treinta cumpleaños (soy tan absurda que todavía me acuerdo de la fecha) te he rescatado de la caja del olvido. Han pasado muchos años, es cierto, pero aún recuerdo cómo el amor me pasó de parte a parte por primera vez en mi vida. Y aún recuerdo también como tu ausencia partió mi existencia en dos mitades que jamás se volvieron a juntar.
¿Quién serás ahora? ¿Cómo será tu vida? Si lo pienso fríamente no me importa en absoluto, hace tiempo que moriste, ¿recuerdas?.
Me enseñaste una parte de la vida que no había conocido hasta entonces, pero lo malo es que también me enseñaste la otra cara de la moneda.
¿Sabes qué? Algunas veces, en todos estos años, he soñado contigo. Hasta en sueños me quedaba sorprendida de verte de nuevo, con esa claridad absoluta, con aquellos ojos de un azul imposible. Cuando despertaba me sentía tan vacía...
Pero hoy al leer de nuevo tu última carta, aquella en la que te borrabas de mi vida con un "hasta siempre" y "un beso", pienso que todo fue mentira, que ni tú eras quien recuerdo ni yo soy aquella a quien me cuesta recordar.
Hoy soy yo la que se despide de , de tu inmutable recuerdo de catorce años, tres meses y veinte días, soy yo la que te dice "hasta siempre".Pero el beso me lo guardo para mí. Por si acaso lo necesitara algún día...

PD: he cogido prestado el título de un libro de Zoe Valdés, espero que no le importe.

Toño & La Oreja de Van Gogh

En la facultad conocí poquísima gente, en gran parte por mi vena antisocial. Jamás se me ha pasado con los años y durante todos los cursos conservé los mismos amigos y seguí sin hablar apenas con el resto de la gente. Por supuesto, en mi grupo toso eran mujeres (y eso que siempre se me ha dado mejor relacionarme con los hombres...) y éramos un grupo reducido de cuatro personas. Así que cuando había que hacer un trabajo para clase nos juntábamos con más gente y, por supuesto, siempre eran los mismos pero con la diferencia de que ellos eran dos chicos. Uno de ellos se llamaba Antonio y me llamó la atención desde el principio, no sé por qué, porque, siendo justos, no tenía nada de particular. por supuesto, yo era invisible, total y absolutamente transparente. Cuando quedábamos todos para hacer algún trabajo apenas hablaba conmigo (por no decir nunca) y claro, yo tampoco hacía nada por evitarlo básicamente por dos motivos, a saber:

a) Como ya he dicho, yo era una feliz antisocial;
b)Seguramente pensaba que yo era una estúpida o algo así y prefería no hablar por si se daba cuenta de que llevaba razón, claro.

Pasaron los años y así seguimos, viéndonos en clase y las pocas veces que quedábamos todos fuera de clase. Hasta que todo cambió...
Un día coincidimos en la misma asignatura (una optativa chorra de la que ni siquiera recuerdo el nombre). Él también era un antisocial y era feliz con esa circunstancia, pero un día al salir de clase nos vimos en la puerta del edificio y se paró a saludarme (¡¡¡¡uau, de repente me había materializado en algo visible a sus ojos!!!!). Estuvimos hablando un rato y no recuerdo porqué pero acabamos hablando de música. Recuero que le dije que me gustaba Radiohead y él me dijo "ahhh, la eterna agonía" (y de hecho creo que es lo que mejor los describe). Claro que la cosa empezó a empeorar cuando me dijo, sin cortarse un pelo, "¿Radiohead?. Pues me sorprende, yo que pensaba que con lo pija que eres te gustaban más cosas del tipo de "La Oreja de van Gogh"".
Diossssss,¿ La Oreja de Van Gogh? A ver, no es que tenga nada en contra de ellos, pero de ahí a que me gusten...Así que le dije "me parece fatal que pienses que por mi forma de vestir he de escuchar una cosa u otra. Tú pareces un andrajoso mezcla entre hippie y heavy-metalero y no por eso pienso que no te gusta La Oreja de Van Gogh".
La verdad es que se quedó helado con mi discurso de ira, pero sorprendentemente sonrió, me miró y me dijo "¿te apetece tomar un café?". Yo acepté y desde entonces nunca más fui invisible...
 

© PAUL'S RESURRECTION
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